Archivo | febrero, 2017

El recor(te) halle(gado) al lengua(je)

16 Feb

Vo(s)fi(jate)

 

Mepa(rece)

que lo que están hacien(do)

las orga(nizaciones)

es llegar muy tempra(no)

a las discu(siones),

licuando todas las manza(nas)

en la misma ideo(logía),

antes de pasarlas

por Boli(via) y Afga(nistán),

antes de hacerlas collage en la misma reme(ra),

mezclan(do) lo andi(no) con lomarx(ista),

lo anár(quico) con lo estatis(ta),

en fin, una ensa(lada) ru(sa)

digna de Le(nin), Trots(ky) y Arjo(na)

nosque(da) ese sabor dequede(berían)

trabajar mucho más

en la carpin(tería)

y obte(ner) mue(bles) discur(sivos)

con colcho(nes)

mucho más pio(las)

y generar nuevas perfo(mances)

con nuevos instru(mentos),

armar orques(tas)

con músi(cos) de Tur(quía) y de Polo(nia)

ponele on(da)

tirate a la pile(ta)

el recor(te) halle(gado)

Vo(s)fi(jate)

Ani(mate)

Jubi(late) aho(ra)

«Tonada del viejo amor»: la ignorancia festivalera

13 Feb

             El Festival Nacional de la Tonada ya hace rato ha perdido el carácter mayúsculo del género musical que lo invoca. Desfila una parva de varietés que pasean por el carnavalito, la zamba, el chamamé, la cumbia, el tango y, por supuesto, los infaltables comodines cuyanos: el gato El Marucho (D.Morales-H.Cuadros) y la cueca Pongale por las hileras (F.D.Palorma). Mientras tanto, la tonada va perdiendo espesor en su excusa festivalera, quedando reducida al grito chillón de las formaciones locales y a la impronta gauchopatronalista de Los Trovadores de Cuyo, que mantienen la «estirpe» pese a que su conformación ha mutado hacia integrantes más jóvenes. En el medio, la mancha se trató de borrar pronto: uno de los legendarios integrantes fue detenido hace un par de años acusado de estar involucrado en delitos de lesa humanidad. Nada.

El espacio físico del festival, está organizado de acuerdo a las expectativas:

a) el anfiteatro mayor, donde se ubica el público adulto-tercera edad, que luego será receptor del público más joven cuando actúe algún folk-bolerista de alcance masivo

b) el sector de peña, que termina siendo la excusa de juntada del sector adolescente-juvenil de la zona del Valle de Uco, mientras de fondo suenan bandas de cualquier tipo de textura: un 10% se dedica a la vocación de las danzas tradicionales y el 90% entre panchos, pizzas, choripanes, cerveza y vino, en rondas, como si fuera una especie de boliche al aire libre, pero un boliche más descontracturado al fin y al cabo, sin la pose de la urbe.

c) el patio de comidas, que no es otra cosa que el patio donde dejan que los niños se distraigan mientras de fondo se mezcla la vibración del anfiteatro principal con los parlantes de la peña.

El número «principal» del sábado era el espectáculo Agitando pañuelos interpretado por Baglietto-Vitale + Patricia Sosa. En la previa, como a las 2.30, el humorista Cacho Garay ofició de «banda soporte» mientras acomodaban el escenario para el trío en cuestión.

Más allá de caer en repetidos yeites o de volverse costumbrista, creemos que el principal gesto de Cacho Garay es lo que le cuesta entender al artista cuyan@: asumir su cuyanidad sin necesidad de copiar estereotipos de otras latitudes. Ahí reside su éxito: no actúa, sino que despliega  en el escenario, casi sin apelar a la caricatura, el modo de ser regional: su fonética cansada, su manera aplacada, su timbre desganado. Y, si tenemos en cuenta que, el mundo del humor ha sido patrimonio de los cordobeses (sumando al chaqueño Landriscina), hacer chistes cuyanos al modo cuyano es lo más genuino que puede suceder: reírse del modo aburrido y cansino. Sobre el final, Garay pisó el palito: demagogia con el finado Horacio Guarany. Lugares comunes. Nada.

Agitando pañuelos es un show que Sosa-Baglietto-Vitale vienen arrastrando hace más de un año por los distintos festivales de Argentina. La excusa no tiene mucho sustento artístico: un supuesto pasado «folclórico» de los tres artistas y las ganas de «hacer algo juntos», cruzado por la amistad de años. El repertorio no sorprende. Como se dice en las peñas: «vamos a lo seguro». Y empiezan a desfilar los clásicos: “A Monteros”, de Chango Nieto/ Pedro Favini; “Entre a mi pago sin golpear”, de Trullenque/Carlos Carabajal; “El mensú”, de Ramón Ayala; “Al jardín de la república”, de los hermanos Carmona; “Agitando pañuelos”, de los hermanos Ábalos, «Kilómetro 11» de Constante Aguer/ Tránsito Cocomarola, «Alfonsina y el mar» de Luna/Ramírez.

Desde el punto de vista de la profesionalidad musical, nada por objetar: la banda, liderada y guiada por Lito Vitale es una máquina de tocar un tema tras otro sin pifies, consistente, con mucho ensayo atrás. La cualidad y la claridad vocal, tanto de Sosa como de Baglietto, ambos ya con 60 años, es impecable.

El problema es otro, más allá de poner el automático y hacer la puesta escénica del festival como si fuera un ensayo más, ir al hotel y después cobrar por la prestación.

Por un lado, ambos, leyendo a cada rato la parte que les tocaba, sin haber memorizado las letras. Para un intérprete, leer la canción desluce la actuación, le quita sabor, va perdiendo autenticidad

De modo individual. Por el lado de Baglietto, que sí sabe lo que canta y es respetuoso de la narrativa, un solo de guitarra eléctrica innecesario en la interpretación de «Piedra y camino» de Atahualpa Yupanqui. Le subieron el volumen, encima. Sabemos que el rosarino no es guitarrista: un capricho que se podía haber reservado. Y encima una púa en un tema del emblemático folclorista: una paradoja potente. Lo demás, inobjetable: larga la voz como una bestia, es muy afinado.

Lo de Sosa es más preocupante, más con ese apellido. Primero, esa falsa emotividad y sensiblería que sólo convence y conmueve a un público prisionero de los efectos televisivos. Su excelencia técnica y su potencia vocal termina comiéndola a sí misma. Todos los temas los canta igual, como si estuviera participando en un concurso. Hace una versión de «Alfonsina…» demasiado impostada, forzando el carácter sentimental. Y, la peor de la noche: subirse al tribuneo lógico y anunciar que «ya que estamos en el Festival de la Tonada vamos a cantar Tonada de un viejo amor de Dávalos-Falú» En esa ignorancia festivalera, ya cayó Soledad Pastorutti hace un par de años: Tonada del viejo amor, es una gran canción, es un tema exquisito de dos grosos de la música popular, pero no es una tonada cuyana: es una zamba o, si se quiere, un aire de zamba. Tiene la forma de zamba en la conformación de estrofas-estribillos y las repeticiones (salvo en las primeras estructuras de cada parte que no reitera en su versión original, pero Los Chalchaleros la terminaron zambeando). Inclusive, aunque podamos dudar de si es una zamba o una forma libre en su génesis, la palabra tonada, en la región norte del país, tiene un sentido mucho más laxo, entiendo ésta como una forma libre melódica popular. Y otro punto que alimenta más la sospecha que el dúo de salteños no indagaron en el género cuyano: no hay registros de otras «tonadas» por ambos. Algo más vital como fundamento: no tiene la ritmología del género. Otra variable: la letra fue hecha antes que la música y hace referencia a un contexto que claramente no empastaría con Cuyo:

[…]
en la arena me escribías
y el viento lo fue borrando
y estoy más solo mirando el mar,

Y una última apreciación y llena de obviedad: no tiene cogollo explícito, aspecto menos discutible, cosa que los cuyanos más ortodoxos no se lo perdonarían.

Es probable que muchos medios, hayan escrito en sus notas que luego del show que se extendió por más de una hora, el público se retiró extasiado, embriagado de fervor. Ya lo decía el reglamento de prensa: «….pretendemos, al contar con su presencia, y el desarrollo de sus tareas de difusión, encontrar un aliado a la hora de manifestar y sentir todo lo que encierra nuestra gran fiesta»

En otra nota ya habíamos apuntado algunas características y expectativas que se terminan asumiendo alrededor de los festivales. En este caso, en una de esas, es muy probable, que alguien esté esperando que pase el cochero e’ plaza.